Una vez que visitante dirige sus pasos hacia la plaza de
Arriba, se aprecia la atmósfera añeja y medieval que emana de los callejones en
torno a la iglesia de Santiago, uno de los más bellos monumentos del
renacimiento murciano. Del siglo XV, el templo es un auténtico muestrario de
estilos arquitectónicos: renacimiento puro en sus muros y cimientos, plateresco
y rococó en su decoración interna, y gótico en su altiva nave central.
A la plaza de Arriba se asoma también la casa del Concejo,
antiguo Ayuntamiento, del siglo XVI. Cuando la ciudad fue creciendo, las familias
pudientes levantaron nuevos palacetes en torno a la nueva plaza Mayor, ahora de
la Constitución, y la calle Cánovas del Castillo. Muchas de ellas muestran aún
en las ventanas los trabajos de forja en hierro que hicieron famosos a los
herreros de Jumilla.
En la plaza de la Constitución se levanta también el Museo
Arqueológico Jerónimo Molina, que alberga restos arqueológicos de los
yacimientos del municipio. Entre espadas, lanzas, vasijas, tabas, dados para el
juego y finos trabajos de orfebrería, sobresale el cipo funerario de Los
Jinetes, descubierto en 1981: una sorprendente estela con relieves en sus
cuatro lados, en la que se cuenta la vida del personaje al cual estuvo
dedicada. El museo cuenta también con salas destinadas a la etnografía, ciencias
naturales y bellas artes.
Uno de los lugares más singulares de Jumilla es el
Monasterio de Santa Ana, situado a 3 km del casco urbano. Fue edificado en 1573
por monjes franciscanos, la misma orden que sigue habitándolo más de cuatro
siglos después.
Las dos piezas más llamativas para el visitante son el
austero refectorio y la biblioteca. En esta última descansan miles de libros de
todas las épocas y características.
Santa Ana cuenta también con un pequeño museo que almacena
todo tipo de pertenencias donadas a la comunidad religiosa durante su larga
existencia, o bien traídas por los frailes franciscanos destinados a las
misiones.
Tan curiosa colección muestra desde un cocodrilo disecado
hasta imaginería religiosa del siglo XVI, pasando por una maqueta de Tierra
Santa y la urna con el cuerpo incorrupto del padre Félix.
En la capilla se custodia el Cristo de la Columna, tallado
por Francisco Salzillo en madera de ciprés.
La visita a Santa Ana se completa con el huerto. Siete
capillas a las que se retiraban los frailes para hacer ayuno y penitencia, una
zarza sin espinas traída, dicen, hace siglos desde la Gaeta franciscana, y una
higuera que, según la leyenda, plantó el mismísimo beato Andrés Hibernón, son
los puntos de mayor interés de la pequeña vega que rodea el Monasterio de Santa
Ana.
Como llegar a Jumilla
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